miércoles, febrero 22, 2012

México deja de mirar al Norte

La migración de mexicanos a EU ha descendido en los últimos años y las deportaciones se mantienen estables; sin embargo, expertos señalan que aquél país necesitará pronto más mano de obra legalizada.


El puente fronterizo número dos, de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
El puente fronterizo número dos, de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
Emigrar a Estados Unidos (EU) es cada día una opción menos atractiva para los mexicanos. El número de trabajadores que cruzan la frontera tras el “sueño americano” ha caído a sus niveles más bajos desde los años cincuenta. En 2011, se igualaron los que llegaron y los que se marcharon.


“La inmigración desde México ha entrado en una nueva era. El gran boom ha terminado: nunca volveremos a ver tanta inmigración ilegal”, explica Douglas S. Massey, codirector del Proyecto sobre Migración Mexicana, de las universidades de Princeton y de Guadalajara.
Las cifras del censo dieron la pista: en México hay cuatro millones más de personas de las que se proyectaban; en EU, esta caída de llegadas desde un país responsable de seis de cada 10 indocumentados tampoco ha pasado desapercibida. Los números analizados por el instituto de investigaciones Pew Hispanic Center (PHC) muestran que en 2010 menos de 100 mil mexicanos cruzaron ilegalmente la frontera o violaron las condiciones de su visa y se establecieron en el país, frente a los 525 mil que lo hicieron anualmente entre 2000 y 2004.
MÁS RENTABLE QUEDARSE EN CASA
La migración siempre se ha definido tanto por el empuje desde el país de salida, como por la llamada del país de acogida. La decisión de abandonar el país de origen lleva a un análisis personal costo-beneficio, que en el caso de los mexicanos ya se ha inclina a favor de quedarse en casa en los últimos años. Mientras el baby boom y la crisis económica alimentaron las oleadas de emigrantes en los años ochenta y noventa, las tendencias demográficas y económicas hacen que las salidas del país se hayan estancado.
“La economía de EU, que actúa como un imán, es uno de los factores más importantes para explicar la disminución en el número de inmigrantes”, explica Mark López, del PHC.
Aunque en EU el desempleo se redujo en enero hasta el 8.3 por ciento, sigue siendo alto, sobre todo entre los hispanos (10.3 por ciento). Además, las áreas donde los mexicanos solían encontrar trabajo, como la construcción, siguen sufriendo los efectos de la crisis. Por el contrario, la economía mexicana creció el año pasado 3.9 por ciento y el desempleo está en cinco por ciento. El país ofrece mejores oportunidades laborales y educativas.

La llamada <i>green card</i>, permiso de residencia para inmigrantes.
La llamada green card, permiso de residencia para inmigrantes.
MENOS MEXICANOS
“Realmente lo que más afecta son los cambios demográficos”, señala Shannon O’ Neil, investigadora especializada en Latinoamérica en el Council on Foreign Relations. “En los años setenta, la familia promedio mexicana tenía más de seis niños; ahora la media es de algo más de dos niños por mujer. Esto hace que cada año haya menos mexicanos que llegan a la edad de incorporarse al mercado laboral, lo que afecta mucho a la inmigración. Nunca vamos a ver una ola de inmigración como vimos en los ochenta y noventa, porque hay muchos menos mexicanos buscando trabajo. Es un cambio drástico”.
Mientras en México había un millón de potenciales demandantes de trabajo anualmente en los años noventa, desde 2007 las cifras han caído a unos 800 mil, y se espera que en 2030 sean 300 mil.
LEYES ANTIINMIGRACIÓN
Por otro lado, cruzar la frontera como “mojado” o ilegal es más caro y más peligroso por la presencia de los cárteles de la droga que actúan en los estados fronterizos.
El intento de blindar la frontera con vallas y agentes ha hecho que aumente el precio que cobran los “coyotes”. A finales de los ochenta se pagaban unos 700 dólares, una década después ya eran dos mil y hoy la tarifa sigue al alza, según el Centro para los Estudios Comparativos de Inmigración de la Universidad de California en San Diego. El tráfico de inmigrantes se ha desplazado a zonas más peligrosas en el desierto de Sonora, un auténtico corredor de la muerte, donde en 2011 se encontraron 193 cadáveres.
Para los que logran cruzar, la vida como ilegal es cada vez más dura. Las leyes que restringen los derechos de los inmigrantes ilegales, aprobadas en más de una docena de estados desde 2006, están haciendo más difícil para los empleadores contratarles. El “boca a boca” que animaba a la gente a venir, ahora aconseja no hacer el viaje.

Shannon O’Neil.
Shannon O’Neil. Foto: Council on Foreign Relations
MÁS INMIGRANTES CON PAPELES
“Una de las razones por las que ha caído la inmigración ilegal, es porque hay más oportunidades dentro del sistema legal: por ejemplo, con la expansión del conocido como Programa Bracero”, dice Massey.
El Programa Bracero fue un acuerdo bilateral entre EU y México de 1942. Con millones de jóvenes estadunidenses combatiendo en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno requirió reclutar mano de obra extranjera para recolectar las cosechas y mantener las vías de ferrocarril. Más de cuatro y medio millones de mexicanos participaron en este programa temporal que duró más de dos décadas (finalizó en 1964). Actualmente, unos 500 mil mexicanos obtienen cada año una visa para venir a trabajar en la agricultura, frente a los 250 mil que lo hacían con el Programa Bracero.
Aún así, O’Neil recuerda que conseguir un permiso de trabajo temporal sigue requiriendo una gran cantidad de trámites burocráticos. “Muchas veces, para el empleador es más fácil buscar a un trabajador sin papeles. El sistema actual no funciona”, resume.
Los que apoyan la restricción de la inmigración están preocupados por el hecho de que un aumento en el número de visas pueda crear una fisura legal de la que se abuse, y recuerdan que entre 40 y 50 por ciento de los inmigrantes ilegales que hay en EU entraron al país con visa y se quedaron una vez que caducó. Sin embargo, los datos muestran que la población de sin papeles mexicanos no aumenta. Esto sugiere que la mayoría de las visas temporales, 1.1 millones en 2010, se usan legítimamente.
Casi todos los mexicanos que reciben un permiso de residencia o green card (tarjeta verde) lo hacen por vínculos por la familia. 220 mil personas lo lograron entre 2006 y 2010, lo que representa 64 por ciento más que en el periodo anterior.
Como existe un tope anual, muchos tienen que esperar años. En 2010, había un millón 381 mil 896 mexicanos esperando a que se resolviera su petición. EU da anualmente cinco mil green cards en todo el mundo para trabajadores poco calificados. En los últimos años, sólo unas pocas han ido a parar a manos de mexicanos.

Douglas S. Massey.
Douglas S. Massey. Foto: American Sociological Association
LOS MEXICOAMERICANOS NO REGRESAN
Los mexicanos que consiguen llegar e inician una vida en EU no salen. La dificultad y el costo de entrar si no tienes documentos son demasiado altos. El número de los que regresan se mantiene estable en unos 350 mil al año desde 2006. “No tenemos evidencias de que esté aumentando esta cifra. En la prensa aparecen historias sobre familias que regresan porque no tienen oportunidades aquí, pero los datos indican que no hay un cambio en el flujo de mexicanos que regresan en los últimos años”, añade López.
También ha habido cambios en el mercado laboral. “Antes muchos mexicanos trabajaban en la agricultura, y sólo venían para trabajar durante la época de la cosecha. Pero ahora trabajan en servicios, turismo, construcción y otras industrias que siguen todo el año y es más difícil regresar a México”, explica O’Neil.
Además, de los seis millones de mexicanos indocumentados que viven en EU, se estima que tres millones tienen hijos ya ciudadanos de EU.

Niños en la barda fronteriza de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Niños en la barda fronteriza de Ciudad Juárez, Chihuahua. Foto: J. Guadalupe Pérez/Cuartoscuro
¿EL FIN DE LA INMIGRACIÓN?
Los expertos coinciden en que, aunque se están frenando, las migraciones entre México y EU no se detendrán. “No hay dos países que tengan una conexión migratoria como EU y México. Uno de cada 11 mexicanos está en EU. Una quinta parte de los hombres jóvenes están aquí”, dice López.
La población mexicoamericana creció en 11 millones en la última década: siete millones nacieron aquí y cuatro llegaron como nuevos inmigrantes. Con 31.8 millones en 2010, los mexicoamericanos suponen 63 por ciento de la población hispana de EU y 10 por ciento del total.
Si la economía de EU vuelve a crecer pronto harán falta más trabajadores. “Vamos a ver más migración, pero no tanta migración ilegal como antes. Porque hay más oportunidades en el sistema legal”, pronostica Massey.
En el Capitolio, se debate aumentar las visas para trabajadores altamente cualificados, una propuesta para la que resulta más sencillo conseguir apoyo. Pero algunos expertos defienden que la economía necesita gente de todos los niveles educativos. “La mayoría de los estadunidenses tienen un nivel medio de estudios, han terminado la secundaria. Y los padres que invierten su dinero en mandar a sus hijos a la universidad no quieren que sus hijos regresen a trabajar al campo. Vamos a necesitar trabajadores en esos niveles. Además, la generación del baby boom, que son 80 millones de personas, se van a jubilar en la próxima década. La siguiente generación son 60 millones de personas y no pueden llenar ese espacio. Así pues, sí vamos a necesitar trabajadores”, argumenta O’Neil
El gran problema ahora es qué hacer con la población indocumentada que vive en EU y que, como explica Massey, no va a regresar. “Aunque las deportaciones están en niveles récord que no habíamos visto en décadas, ellos no están regresando. Permanecen aquí porque los que quedan tienen raíces profundas: hijos, empleos, casas, redes sociales… Su vida es al norte de la frontera y no van a regresar. Lo que falta en este punto es un sendero a la legalización”.



Antonio Alarcón.
Antonio Alarcón. Foto: Especial

La dimensión real de la “autodeportación”

Un estudiante indocumentado escribe un artículo en The New York Times sobre las consecuencias del regreso de sus padres a México, las políticas antiinmigrantes y la llamada a autodeportarse.
Escribir un editorial para The New York Times es un reto para cualquier periodista. Si tienes 17 años, aún no has comenzado los estudios y vas a revelar que vives ilegalmente en Estados Unidos (EU), el desafío da vértigo.
Esa fue la situación a la que se enfrentó Antonio Alarcón, originario de Veracruz, que vive en Queens, Nueva York, desde que tenía 10 años. No tiene papeles. “Me plantearon que había una propuesta del periódico para escribir un artículo sobre la autodeportación. Y como quiero ser periodista pues dije ‘va a ser algo importante’, pero nunca pensé que iba a tener tanto impacto en la comunidad”, explica.
Muchos de los compañeros de clase de Antonio conocieron la historia de su familia y que no tiene permiso para residir en EU al leer el artículo. Él asegura que no pensó en las consecuencias que podría tener revelar su condición de indocumentado. “Es fuerte, pero creo que tenemos que salir de esa oscuridad en la que estamos y se nos tienen que respetar los derechos. Debemos luchar”.
La “autodeportación” es la propuesta que lanzó Mitt Romney, precandidato republicano a la Presidencia de EU, en uno de los debates televisivos con sus rivales. Ante la pregunta de qué hacer con los 11 millones de indocumentados que viven en EU, Romney defendió crear las condiciones para que los empresarios no puedan contratar inmigrantes ilegales y así, ante la falta de trabajo, éstos opten voluntariamente por regresar a su país.
“Nos trata como basura y es algo fuera de lógica. Ninguna persona va a querer abandonar el país después de venir de lugares lejanos, pagando tanto dinero y caminando muchísimo. Es algo ilógico”, dice Antonio, que en su artículo mostraba la dimensión real de la propuesta: contaba cómo es vivir sin sus padres que tuvieron que autodeportarse a México.
“Sé que fue muy difícil para ellos dejarme aquí, preocupados por cómo sobreviviré, porque estoy estudiando en lugar de ganar dinero trabajando. Estoy viviendo con mis tíos, pero es duro para mi madre saber que regreso a casa, a una mesa donde no hay cena, cuando antes sí había comida. Y es duro para mí no tener a mis padres para hablar con ellos, no poder pedirles el consejo que necesitas como adolescente. Ahora que están en México, me pregunto quién vendrá a mi graduación, a mis partidos de voleibol o a mi cumpleaños. ¿Con quién compartiré mis alegrías y mis momentos tristes?”, escribió. Los padres de Antonio emigraron a EU cuando él tenía cinco años. Pasaron otros cinco sin verse hasta que regresaron a México para llevarle con ellos. “Crucé la frontera, caminamos tres días y tres noches. Los ‘coyotes’ decían que botáramos toda el agua y la comida porque faltaban pocas horas. Pero no fue así y estuvimos más de medio día sin tomar agua, a temperaturas extremas”, recuerda.
Su familia se estableció en Queens, uno de los cinco distritos de Nueva York, en un barrio donde el inglés desaparece, donde el Metro, que sale a la superficie, lleva a diario a miles de vecinos a trabajar como camareros, limpiadores, repartidores o niñeras a Manhattan.
“Mi mamá trabajaba en una lavandería, seis o siete días a la semana, para poder llevar algo a la casa. Y mi papá, antes, cuando la economía estaba un poco mejor, trabajaba todos los días recogiendo metal por un salario mínimo: 90 dólares al día. Pero después, con la crisis, sólo trabajaba dos días”, cuenta.
Su hermano, que era demasiado pequeño para saltar la valla, quedó al cuidado de sus abuelos en México. Cuando fallecieron, nadie podía hacerse cargo de él. Los padres se enfrentaron al dilema de seguir en Nueva York para intentar dar una mejor educación a Antonio o volver a México. “Estaban decidiendo si quedarse aquí y traer a mi hermano; pero era muy arriesgado cruzar la frontera. Decidieron irse. Fue algo doloroso dejarme aquí. Ahora vivo con mis tíos”, dice resignado.
ESTUDIAR PERIODISMO
Antonio se quedó aquí porque quiere ir a la universidad y estudiar para ser periodista. Al no tener papeles, no puede pedir becas. “Debido a mi situación económica, no podré ir a un college (escuela) de cuatro años, pero espero ir a uno de dos, para demostrar a las personas que se pueden lograr cosas, a pesar de los obstáculos en la vida. Hay muchas personas que estamos desperdiciando nuestro futuro. Hay personas con mejores notas que yo y no han podido ir a la universidad por su situación económica”, dice con rabia.
Está en el último curso de la escuela secundaria. Lleva el pelo rapado en los lados y levantado con gomina en el centro. Viste pantalones caídos y una camiseta varias tallas grande. Es el tesorero de su escuela y colabora con dos organizaciones a favor de los derechos de los inmigrantes. “Ahora con esto la vida se me ha vuelto crazy (loca)”, dice refiriéndose al artículo en el New York Times. “No tengo descanso”.
REFORMA MIGRATORIA
El día después de esta entrevista tenía previsto viajar a Albany (la capital del estado de Nueva York) para hablar con los legisladores que tienen que aprobar la versión estatal del DREAM Act (Development, Relief and Education for Alien Minors), la ley para conceder la ciudadanía a los jóvenes que llegaron como ilegales a este país, tras pasar por la universidad o el Ejército. “Esperemos que se les ablande el corazón y vean la situación que estamos viviendo muchas familias”, asegura. Está preparado para rebatir el argumento de que ya no hay trabajo para los inmigrantes. “Se me hace incomprensible. Estamos viendo en los estados sureños, como Alabama y Arizona, que muchos inmigrantes han salido y las plantaciones han quedado abandonadas. Aquí quieren trabajos de oficinas y los inmigrantes venimos a hacer trabajos que prácticamente nadie quiere hacer. Es injusto que digan que les quitamos el trabajo, sabiendo que hay muchos, pero que ellos no los quieren”.
Espera que Barack Obama salga reelegido y cumpla la promesa de reforma migratoria que hizo en 2008. “Nos quedamos en este país porque tenemos fe en que EU cumplirá con su promesa de país justo. Esperamos que haya una reforma migratoria integral, con un camino a la ciudadanía para las personas que hemos pasado años trabajando y viviendo aquí. Cuando la reforma ocurra, nuestras familias puede que sean capaces de regresar y, si no, al menos podremos visitarles sin arriesgarnos a no poder volver nunca a nuestras vidas aquí”, escribió. “Si en lugar de eso el clima político se convierte en más y más antiinmigrante, eventualmente algunos inmigrantes perderán la esperanza en EU y regresarán a sus países de origen, como hicieron mis padres. Pero no creo que esto sea algo que nuestros candidatos presidenciales deban animar o de lo que estar orgullosos”.
Antonio cree que los indocumentados se están quitando el miedo. “Siempre hay que luchar por los sueños”, dice. ¿Qué pasará si no se cumplen? “No regresaría a México porque ahorita la situación que está viviendo el país es lamentablemente muy peligrosa. Creo que me quedaría en Nueva York y sería uno más con sueños frustrados. Eso sería lo peor”.

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